September 5, 2025
Desde antes de nacer, y a lo largo de la vida, construimos relaciones con la familia, los vecinos y amigos, los compañeros de estudio y de trabajo, a través de las cuales nos vamos forjando nosotros mismos. Cada relación y cada interacción es una lección, una oportunidad de aprender acerca de la vida, de los demás y, sobre todo, de nosotros mismos. Somos, en buena parte, el resultado de las relaciones e interacciones que construimos y, por ello, el cuidado consciente de dichas relaciones debe ser asunto de especial interés para cada uno. El ODS #17, Alianzas para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible, es una invitación a estrechar y profundizar las relaciones entre los agentes de desarrollo, para la construcción de redes de cooperación y colaboración, pues se parte de la convicción de que la superación de las diferentes crisis y grandes desafíos que enfrentamos hoy, como humanidad, demanda la participación decidida, responsable, inteligente y comprometida de todos. Las redes de trabajo colectivo, alrededor de objetivos comunes superiores, se construyen fundamentadas en la confianza y el respeto mutuos. Y la construcción de confianza, a su vez, demanda una inmensa capacidad de diálogo y de escucha, a partir de lo cual se derive un conocimiento, un aprecio y un respeto por el otro. Y, por el contrario, entre los principales factores que limitan el éxito de este tipo de iniciativas, se ubican la poca capacidad para conversar y comprender compasivamente las posiciones contrarias, y también la divergencia de intereses particulares que poco o nada tienen que ver con los objetivos superiores que se pretende alcanzar. Una mirada más profunda de las dificultades para el establecimiento de redes colaborativas muestra la frecuente deficiencia de las relaciones intrapersonales. Es porque no se proyecta ni construye afuera lo que no se tiene dentro. Por eso, la primera relación que debe cuidarse y cultivarse es la relación consigo mismo; solamente la paz interior puede derivar en relaciones armónicas con los demás, con la sociedad y con la naturaleza. Cultivar dicha relación significa amplitud y profundidad de consciencia, autoconocimiento, gestión de emociones, diálogo interno, amor propio y autocompasión. Conocerse a sí mismo se traduce en capacidad de observar nuestros pensamientos y, más aún, claridad para no identificarse con ellos. Una buena relación consigo mismo brinda tranquilidad para asumir posiciones con base en las creencias de cada uno y apertura para escuchar, recibir y comprender pensamientos, ideas y creencias diferentes, acaso contrarias. El autoconocimiento es la base de la humildad, compasión y valentía, que deben aportarse a las interacciones con los demás; deriva en gratitud con su propia historia y generosidad para compartirla y ponerla al servicio de los demás. Como lo enseña la escuela Zen, es mantener la mente de principiante a la que se le presentan muchas posibilidades, contrario a las pocas que se le presentan a la mente de experto. Como en La utopía del colibrí, un bello documental estrenado en el Festival Internacional de Cine de Manizales; que, sin importar el tamaño de su delicado pico, o que estuviese solo en la tarea, asumió su responsabilidad y, conforme a su compromiso con el bosque, transportaba el agua para apoyar la extinción del incendio que destruía su casa y, en sentido espiritual, su propia vida. Así mismo, avanzar cada uno en el proceso de conocerse, a partir de una profunda conexión con el poder interno y, con base en ello, generar la capacidad para establecer una relación amorosa consigo mismo. Solo así aparece entonces la base de la construcción de las mejores relaciones con la sociedad y con la naturaleza. En términos de Otto Scharmer, es la base para cerrar las brechas espiritual, social y natural que afectan a la humanidad.